jueves, 24 de septiembre de 2015

Capítulo 1 Cordelia.

Apenas una rendija de luz entra por el hueco entre las gruesas cortinas que tapan los ventanales de una de las mejores vistas del castillo. Oigo unos golpecitos en mi puerta y sé que no me he despertado precisamente por la luz que se filtra. Me incorporo lentamente en la cama y hago a la criada pasar. Anra entra con una bandeja que deposita en mis piernas. Todo parece delicioso, y en verdad, lo es, pues mi familia siempre ha contratado a los mejores cocineros del país para servirnos.
-Majestad, hoy teneis clase de Valen a las 9 con el profesor Distrec. Seguido de vuestra clase de malqués con la señora Meigu. Por desgracia, la señora Stevvens ha sufrido un accidente, por lo que vuestras clases de baile quedan anuladas hasta que encontremos un sustituto…
Lo malo de mi vida… Es que está muy planificada. Todos los días, a las 8:30 Anra llama a mi habitación. Coloca mi desayuno y comienza a recitar mi horario…
<<A las 11 se hará un descanso para que pueda tomar el almuerzo, que hoy consistirá en tarta de manzana y acto seguido reanudará las clases de política con la señora Meyers, matemática con el profesor Josh y literatura con el señor Simmons>> digo en mi mente, y acierto casi todo, en lo único que he fallado ha sido en la comida.
-Anra, sáltate el horario de las comidas y lo que incluye… Me cansa oír tanto… Incluso… podrías saltar todo este procedimiento…-digo llevándome un bollo mojado de chocolate a la boca-
-Lo siento princesa, pero es necesario, es el deseo de vuestro padre y así se cumplirá-y prosigue tras la interrupción a enumerar reuniones aburridas y visitas a las que aguantar.
Pero el único momento donde disfruto esto es a partir de las 6 de la tarde los días en los que los invitados no se quedan a dormir. Entonces me dirijo a las caballerizas, donde suelo hablar con Yom, un joven escudero apuesto de mi edad, no como Anra, que me saca 5 años y que a veces me saca de quicio con tantas normas que cumplir. Yom ama a los caballos y suele estar por excelencia en las cuadras, siempre encargándose de algún caballo herido o de algún potrillo recién nacido. Se rumorea que ama a una dama en la corte, pero no he conseguido sonsacarle nunca quien es, pero todo apunta a Scarlet, hija del duque de Haris, al oeste del país; pues siempre se les ve como una dulce pareja, hablando, riendo… Y coqueteando.
     <<Y harían buena pareja>> pienso mientras termino el chocolate.
Acto seguido permito que tras vestirme, Anra me peine y cuide el cabello y lo coloque suelto pero que no se me venga a la cara gracias a 2 trenzas que salen de los extremos superiores de mi cabeza y que después se juntan en una.
A la hora apropiada, salgo de mi habitación y camino por los pasillos al son del tintineo de mis zapatos hasta llegar a la sala de música, donde varios instrumentos descansan y me dirijo a uno del tamaño de un piano. Es azulado con toques morados. El instrumento en si está compuesto de unas teclas y unos pedales como los pianos, pero en vez de sonar unas cuerdas, en su interior tiene unas láminas de cristal que hacen un sonido delicado y armonioso. Por suerte o desgracia no todo el mundo puede regalarse uno, por lo que  las familias de gran poder adquisitivo suelen aprender a usarlo.
El señor Valen aparece por la puerta. Es un hombre de unos 45 años de cabello castaño siempre recogido en una coleta hasta los hombros. Tiene un porte caballeresco y unos ojos azules que demuestran su gran  inteligencia. Es relativamente alto, pero no sobrepasa la media, sólo dos o tres centímetros.
    El hombre se acerca a mi, y tras dedicarme una reverencia se sienta a mi lado en el banco y comienzo a tocar el tema que estuve practicando el otro día. Al finalizar, el hombre me mira satisfecho y corrige varios errores de posicionamiento de mis manos y de mi tempo, al finalizar, me entrega una nueva partitura y sale de la sala tras otra reverencia. Sonrío orgullosa de mi misma y me dirijo a mi siguiente clase pensando que hoy será un gran día.
    Sin embargo, mis buenas profecías son fallidas, cosa que descubro a la hora de la comida. Mi padre no para de gruñir y de llamar al consejero real durante la comida y apenas me atrevo a investigar la causa, por lo que el tiempo transcurre en silencio hasta mi siguiente clase. 
    Las clases son agotadoras, por lo que decido escaparme. Cojo y capa y la escondo entre las faldas de mi vestido. Mientras camino, lo que veo por las ventanas me ayuda a calcular que en una hora comenzará a anochecer. Aún así necesito escapar del palacio y dar una vuelta por la ciudadela.
    Yom ya tiene a mi caballo ensillado, tras darle un par de monedas de plata como agradecimiento por haberse adelantado salgo disparada hacia mi destino.
    Lo bueno de Yom es que me conoce más de lo que debería y sabe si haré alguna excursión ese día con verme sólo un par de veces, por lo que suele tener ensillados a los caballos cuando llego para que no pierda tiempo.
    Disfruto del aire en la cara, y parece que Troppus lo disfruta también. Su crin me acaricia la cara mientras cabalga y a unos minutos de llegar lo ato a una vaya y le doy un par de manzanas para que vaya comiendo. Me ato la capa y me dispongo a mezclarme entre olores y gente de los que nunca podré disfrutar en el palacio.
    Un par de niños con las ropas rotas se acercan a mi, sin duda alguna mi capa nueva me delata y me agacho a darles un par de monedas. Este año no ha habido una buena cosecha, y con ese dinero sus familias podrán sobrevivir este invierno. También decido invertir unas cuantas monedas más o incluso hacer un intercambio y voy buscando alguna casa que tenga pinta de que los dueños lo vayan a aceptar sin hacer comentarios sobre mi persona.
    Finalmente encuentro una casa de 2 pisos, pero me supongo que varias familias vivirán allí. Y sin embargo quien me abre es completamente lo contrario a lo que me esperaba.
    La persona que se encuentra frente a mi viste un jubón tostado y sus ojos me miran con una extraña expresión. Espero que no me haya reconocido, pero necesitaré su ayuda igualmente y entro en la casa sin dejarle opción a cerrarme la puerta.