sábado, 13 de junio de 2015

Capítulo 1: Reino Goluss

Capítulo 1

El vasallo penetró las puertas del lujoso palacio, lamentándose de verse obligado a confesar lo que había  ocurrido solo hacía una hora antes. Como todos los demás habitantes, él también idolatraba a aquel artista: solo contemplar sus obras le ponía los pelos de punta. Quería que ese joven llegase lejos, que superase las limitaciones de la baja nobleza. Quería poder afirmar haber conocido al pintor de la época.
Pero el artista lo había echado todo a perder, al haber insultado públicamente al rey. No podía ocultar ese hecho, puesto que cientos de personas lo habían presenciado; no había modo de defenderlo sin ser acusado de difamación. Cierto era que Su Majestad permitía ciertas injusticias e ignoraba grandes problemas, pero aún así, uno no podía simplemente hacer mención en un discurso al hambre que pasaba una parte de la población por la negligencia del gobernante. Y menos aún de aquella forma: con un tono despectivo y satírico.
Ese joven tenía demasiada influencia, demasiada fama, demasiada inteligencia para simplemente ser ignorado. Si él estaba en contra del rey y lo manifestaba abiertamente, la gente no tardaría en ponerse de su lado.
Al atravesar el pasillo, la amable bienvenida del rey no tardó en hacer presencia:
-          Malas noticias, ¿cierto?
El vasallo asintió con la cabeza, y la mirada del rey se ensombreció.


--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Toc, toc.
Mis dedos siguen dibujando líneas curvas llenando poco a poco el blanco lienzo. Es un caos: no tiene forma, no tiene sentido, solo líneas y arcos de diferentes colores que se atraviesan entre sí sin decirse nada.
Toc, toc.
Casi carece ya de espacios en blanco, pero mis dedos de colores, que se mueven de forma automática, no están preparados para dar por finalizada esta misión. Las cortinas ocultan la luz del sol y la oscuridad casi no me permite diferenciar si la pintura es azul o negra mientras la esparzo por mi paleta de madera, mezclándola con el rojo que sobró anteriormente.
Toc, toc.
-          Sé que estás ahí y no voy a detenerme hasta que me abras – Declara una voz grave y segura al otro lado de la puerta.
Suspiro, y aunque me cuesta levantarme, finalmente lo consigo y quito el cerrojo de la puerta, dejando una huella negra o azul en el pomo.
La luz invade mi cuarto e inmediatamente me doy la vuelta cerrando con fuerza mis ojos.
-          Odio cuando dramatizas y te comportas como un artista incomprendido y excéntrico.
-          Me temo que soy un artista incomprendido y excéntrico – Murmuro mientras vuelvo a sentarme en el suelo, para continuar con mi “precioso” trabajo.
Él mira con sus pequeños ojos verdes el cuadro alzando las cejas, y yo niego con la cabeza prefiriendo no tener qué explicar por qué estoy pintando con los dedos líneas al azar en un lienzo. Al mirarlo, me doy cuenta de que tal caos da la impresión de desesperación.
No soporto seguir con este cuadro, así que me fijo en mi músico favorito. Su cabello rubio, ligeramente ondulado, llega hasta su cuello, y lo lleva de una forma despreocupada y libre. Su ropa, como siempre, es muy elegante y le da una apariencia formal y madura que concuerda con su personalidad.
-          ¿Así que te vas a quedar encerrado en tu estudio durante el resto de tu vida debido a tu corazón roto? – Inquiere, curioseando por el estudio.  
-          No tengo un corazón roto: ella me daba igual. Lo que me deprime es que en dos meses mi fama haya desaparecido. Ya no soy nadie.
Ella nunca me importó demasiado: esa relación solo servía para que la gente hablase más de mí. Al salir a la calle, era consciente de la admiración de los demás, de los cotilleos, de mi importancia. Mis palabras tenían más influencia que las del rey.
Pero se acabó, y ella se fue, y la alta nobleza dejó de interesarse por mi trabajo, y la gente dejó de hablar de mí, y los demás artistas me dejaron atrás, y mis obras ya no eran suficientemente buenas.  Y fracasé.
Malet fija en mí una mirada desaprobatoria, y le agradezco que no mencione mi apariencia atroz.
-          Por favor, Sly, detén esto – Me implora con una voz muy dulce-. Tus padres están preocupados por ti.
-          Era azul – murmuro absorto en la paleta.
-          ¿Siempre fuiste tan raro o es que al arrebatarte la fama te han quitado también la cordura?
-          El rey es un estúpido, inútil y envidioso egocéntrico que me ha quitado lo único que tenía en mi vida, así que me temo que sí.
El chico me coge de la mano y me temo que no tengo la energía suficiente para contrarrestar su fuerza, así que me dejo levantar y ser conducido hasta la habitación contigua, sin decir nada.
Él empieza hablar sobre la responsabilidad, la madurez y mi innegable egocentrismo, pero le escucho como si estuviera a cien pies alejado de mí. Como lentamente la sopa que se encuentra en la mesa, todo preparado para mi llegada, mientras pienso en cómo se supone que voy a seguir adelante. No puedo dedicarme a otra cosa que no sea la pintura. Aunque en este campo ya me haya hundido.
Al terminar la comida decido apartar esos oscuros pensamientos de mi mente, y me centro en escuchar el parloteo incesante de Malet, a pesar de lo aburrido que es. Caminamos hacia mi desordenada habitación y él busca en mi armario algo decente con lo que pueda salir a la calle.
-          Así que – continúa el chico-, quizá si te disculpas ante el rey vuelvas a tu vida de lujos y fama – Ante mi mirada hostil, el músico se apresura a añadir:- Sly, ¿estás seguro de querer renunciar a todo tu futuro en cuanto al arte y a tus sueños solo por estar en contra del rey?
Frunzo el ceño divisando un cuadro con motivo religioso que no llegué a terminar, y siento una punzada en el pecho. Sin duda, haría cualquier cosa por seguir pintando, por ser una eminencia en el arte, pero la idea de disculparme ante la persona que me ha despojado de todo cuanto tenía es simplemente incorrecta. 
-          No – Respondo finalmente, y la esperanza se asoma en los ojos de Malet-. De lo que sí estoy seguro es de no querer denigrarme ante un inútil como el rey.
La mirada de Malet pierde todo su optimismo, y yo le dedico una radiante sonrisa.


domingo, 7 de junio de 2015

Capítulo 2: Dyscordia, concéntrate

Mientras noto como cada uno de mis músculos se va tensando ya sé lo que se avecina. Repaso mentalmente el callejón, buscando escondites o cualquier posible vía de escape.
Se me acercan poco a poco y oigo susurros y risas. 

-¿Cuál es tu nombre, “chata”?-Ese retintín al hablar me debería producir escalofríos, en lugar de eso, procuro centrarme en mantenerme alerta e intentar trazar un plan.

-¿De verdad eso te importa, “chato”?- He debido de sonar más grave y sarcástica de lo que creo, porque han parado en seco. Levanto un poco de polvo con la bota al intentar cambiar de posición, a una mejor para defenderme ante un posible ataque. Apenas hay luz, y doy gracias por ir de colores oscuros, así me camuflaré más.

-Tu voz me suena… ¿En qué trabajas?- Dice uno de ellos, el más bajo y escuchimizado, también es el que más atrás está. Fijo mi vista en él, y pega un salto del susto que le he metido. Río por dentro, pero creo que si me río por fuera les asustaré. Sí, funciona. Las escasas luces de "la flecha" hacen que nuestras sombras se proyecten en la pared desconchada y sucia que tengo en frente; parezco pequeña, en cambio, ellos enormes.

El chavalín se va haciendo hueco poco a poco entre ellos, acercándose. Ante mi intento por parecer más intimidante y segura de mí misma, pone los ojos como platos y se queda quieto. Me recuerda a una ardilla. Es pelirrojo de ojos oscuros, y pequeño como una ardilla.

La tensión se me va acumulando y no se me ocurre ningún plan que no implique que salga un poco magullada. 

“Lo de pensar deprisa nunca fue lo tuyo, chica” Oigo dentro de mi cabeza, pero no es mi voz.

“Ahora no es momento para pensar en eso, ya lo haré después” Y eso si suena más a mí misma. 

“No, escúchame Dyscordia. No te hagas la dura” ¿¡Pero que coj…?! No es mi voz, y me estoy asustando. Ellos dicen algo, pero estoy ocupada en mi propia cabeza. 

“Son más que tú, sí, estás jodida. Pero las guerras no las ganan quien más soldados tiene, te lo recuerdo” Por lo menos dice cosas inteligentes, y la voz… Me suena. Es aguda y parece alerta. Habla deprisa. Sabe mi nombre completo... Esa voz... "¡No! ¡Para! ¡Alerta!" Me digo.

Uno de ellos intenta tocarme. Le aparto de un manotazo como acto reflejo. Al instante veo que el pelirrojo bajito le sujeta. No sé cómo, pero se controla el más grande.

-Respóndele- Dice otro. Éste último parece mayor. Alguna arruga, alguna cana aquí y allá, pero me saca tres cabezas, a lo ancho y a lo alto.

-Ardillita cielo… ¿cómo te llamas?- Le digo mirándole. Se pone rojo al instante, pero se yergue y me mira fríamente.

-¿De verdad eso importa?- Responde. Tiene un deje al estilo de las clases altas, probablemente lo sea.
-Muy bien “Ardillita”, me voy, así que déjame pasar. Tú me caes bien, no te quiero hacer nada.- Es cierto, me cae bien.

“Eso es, gánatele” Decimos al unísono mi voz mental y la intrusa, expectantes.

Decido que es hora de reaccionar, estoy cansada del tira y afloja. Avanzo en dirección a “Ardillita”, el cual recula con cara de miedo. Otros dos ocupan su lugar. 

-Venga chicos… Ahora no tengo ganas- Dicho eso, le golpeo en la zona del hígado por sorpresa al que parece más distraído.

“¡Por detrás!” Grita alguien en mi cabeza. Inconscientemente salto lo más alto que puedo, y el puñetazo que llevaba mi nombre se lo comió el otro que me cerraba el paso. Aterrizo sobre la tripa de alguien y salgo corriendo, empujando a Ardillita, que cae al suelo tapándose la boca.

“Estás oxidada” Y mientras me muevo lo más rápido que puedo (saltando cajas, esquivando obstáculos y procurando no resbalarme), pongo cara, mezcla de ofendida, mezcla de asco.

“Cállate” Respondo.